La legitimidad del Estado primigenio vendría dada por la
existencia de un pacto consentido entre sus integrantes y no por sentimientos
de identidad. Sin embargo esta legitimidad de los nacionalismos parte de que
supone la representación política de una nacionalidad. Hablamos de pacto y de
representación, pero si seguimos a Wallerstein [1979: "El moderno sistema mundial, Vol. 2", Editorial Siglo XXI] este pacto
se refiere al que establecen las élites para garantizar su convivencia no
competitiva [véase en este mismo blog la nota "El moderno sistema mundial"].
La historiografía se hizo eco de este pacto malentendido
como un pacto entre una comunidad, como podría ser la población del Virreinato
del Río de la Plata, del de Nueva Granada o de la Capitanía de Chile, entre las élites y
el vulgo. Se estudia la historia de ese territorio nacional y de sus gentes
como si se tratara de una monolítica comunidad, cuando lo que en realidad se
está estudiando es la historia de una administración (en el sentido de Estado)
desde el punto de vista de sus élites y de su “desarrollo” económico en un
contexto más amplio. Es la consecuencia de asociar la noción de Estado a la
noción de nacionalismo.
Volveremos al nacionalismo. Pero hagamos un repaso a esas
élites de las que hablábamos antes. Los criollos, las conocidas élites
indianas, como terratenientes, se hicieron con el control de las entidades
territoriales coloniales. No nos
centraremos en los primeros períodos sino en los estertores finales de este
proceso.
Los procesos que se producen son las luchas entre las
oligarquías criollas que controlan los territorios, a partir de ahora,
administraciones. La oligarquía controla al Estado, crea al Estado, desde el
Estado administra el territorio y sus prebendas. Esto confirma el papel de
América Latina como periferia del centro, pues el Estado tiene el fin de
organizar los territorios para su mejor explotación, que se orienta al centro
como productor de materias primas y productos alimenticios y como receptor de
importaciones del centro (textiles, productos industriales, etc.).
Hay distintos tipos de oligarquías con diferentes bases
económicas, lo cual explica las luchas entre federalismo y centralismo. En estas
luchas se dirimía quién controla al Estado, y por tanto quien obtenía mejores
prebendas para la explotación del espacio.
Las familias oligarcas participan en el Estado: políticos,
eclesiásticos, oficiales del ejército y haciendas de mayorazgo (evitar la
dispersión patrimonial).
Es en este marco que el ejército se transforma en un elemento
de orden interno: represión de revueltas (desarrollo ferroviario como medio de
movilidad) y extensión del modelo económico oligárquico, con la ocupación de territorios
indígenas, cuando esto es posible.
Este es panorama que estuvo funcionando. Durante este tiempo
el capital inglés fue creciendo en participación en los Estados americanos
funcionando de prestamista. Entre 1880 y 1914 hubo un claro dominio de las
oligarquías y de las inversiones de capital británico, por lo cual la economía
americana tenía un marcado carácter complementario de la economía británica. Sin
embargo, a partir de 1916 Inglaterra es sustituida por EEUU y los países
americanos se reconvierten a las necesidades de este país.
La I Guerra Mundial ayudó a EEUU trastocando la economía
inglesa, fue así como entre 1914 y 1929 las inversiones totales de EEUU en
América Latina crecieron un 327% pasando de 1641 millones de dólares a 5369
millones.
La crisis de 1929 supuso una necesidad de cambio, los
Estados se volvieron proteccionistas para proteger su dinero, creando
industrias de sustitución, textil, maquinaria, etc. Con este fin los Estados subvencionaron
a la industria “nacional”: se rompe la alianza con el capital extranjero (ese
que importaba productos industriales a cambio de materias primas y alimentos). Para
el caso de Argentina la inversión estatal a partir de 1936 y la no importación
de material industrial desde el extranjero hicieron crecer un 40% la industria
hasta situarla en el 26% del PNB.
Las crisis económicas suponen golpes a los pactos
establecidos en los Estados americanos, lo cual genera luchas endémicas en las “administraciones
americanas” lo que se conoce como debilidad cuando se habla de un monarca. Las
luchas por el poder volvieron a intensificarse. Surgen alianzas con sectores
del ejército para tomar el poder frente a enemigos más poderosos, como las
clases medias o proletarias. Es un sistema que aparece entre 1910-1930 y supone
el fin de los gobiernos de pacto oligárquicos para convertirse en luchas
militares.
Los gobiernos militares operaron una transformación del
nacionalismo en populismo. Busca impedir la singularidad de clases, el juego de
partidos y así poner en peligro el disfrute del poder. Se trataba así de apaciguar las luchas por el
poder entre las élites y al mismo tiempo proteger sus intereses frente al
pueblo llano.
En conclusión. América participa de la economía mundial, produciendo para el sistema capitalista como una ficha más, en la periferia. El Estado en sí no es necesario (no como el Estado fuerte europeo para el control del sistema capitalista), y por tanto es débil y fue mediatizado por las élites americanas, que, a fin de cuentas, no dejaban de ser clientes de poderes mayores. El Estado americano era, pues, un marco jurídico en el cual las élites se movían para explotar sus latifundios.
Obviamente no es la única América, queda la América de los que se enriquecían del Estado, la América que daba dividendos en bolsa, entre muchas otras más humanas, pero es la que marca el ritmo de la vida de la gente común, y por tanto, la que más pesa.
En conclusión. América participa de la economía mundial, produciendo para el sistema capitalista como una ficha más, en la periferia. El Estado en sí no es necesario (no como el Estado fuerte europeo para el control del sistema capitalista), y por tanto es débil y fue mediatizado por las élites americanas, que, a fin de cuentas, no dejaban de ser clientes de poderes mayores. El Estado americano era, pues, un marco jurídico en el cual las élites se movían para explotar sus latifundios.
Obviamente no es la única América, queda la América de los que se enriquecían del Estado, la América que daba dividendos en bolsa, entre muchas otras más humanas, pero es la que marca el ritmo de la vida de la gente común, y por tanto, la que más pesa.